Foto de Mick Haupt en Unsplash
La semana pasada no hubo informe y fue por una razón muy concreta, aunque no meditada. La semana pasada, justo cuando estaba preparando la publicación, vi aparecer una inmensa columna de humo negro desde la misma ventana por la que hoy entra este sol tan tipico de València y que anuncia la primavera. Como me imagino que todos y todas sabréis, un brutal incendio estaba devorando dos edificios a escasos metros de mi casa. Más allá de la tragedia de las personas que lo han perdido todo, fallecieron diez personas. Diez personas como yo, como cualquiera de nosotros, que estaban en su casa, trabajando, descansando, viendo una serie, escuchando alguno de los discos que semana tras semana recomiendo o cuidando de sus hijos, hijas y familiares. Personalmente me sentí muy sobrecogido, y me sigue pasando, así que sentí la necesidad de mantener el silencio. Sirva esta pequeña introducción de recuerdo y muestra de respeto, podríamos ser cualquiera.
Dicho esto, he aprovechado esta semana para ponerme al día y volver a enfocarme. La verdad, con el paso de las semanas y el devenir de los días, había perdido el pulso de los informes y ya no sabía muy bien dónde estaba, ni tenía muy claro de qué hablar. A veces, como he dicho en otras ocasiones, me cuesta centrarme y ordenar que es lo que he ido escuchando pero, sobre todo, qué opinión me merece. Este año, me está costando mucho mantener la atención y a veces requiere más esfuerzo del que querría. Esto, además se suma a un cambio en mis propios hábitos y necesidades. Si el año pasado abordaba los discos de manera individual, este año he optado por hacerlo de una forma global. Esto implica que suelo escuchar la discografía completa o casi, antes de tener formarme una opinión. En general, tengo la sensación de que controlaba mejor los grupos y los sonidos que formaron el año pasado y mucho menos este año, lo que me empuja a investigar un poco más. Está bien, pero es un poco más lento. Así, por ejemplo, se explica que la semana pasada me la pasara escuchando toda la discografía de Idles o muchos de los discos de Grandaddy, a propósito de sus nuevas publicaciones. También es lo que ocurre, esta semana, con la discografía de MGMT. Todos, discos que son muy conocidos y carreras que tienen más o menos éxito y que se me habían escapado o, directamente, me había olvidado. A lo largo de este informe voy a abordar estos tres discos, porque son a los que más tiempo he dedicado y, además, añadiré el Where we've been, Where we go from here de Friko. Dejaré para más adelante el disco de Spectral Voice, la otra banda de los miembros de Blood Incantation, porque no quiero que se haga demasiado largo y el Death Metal requiere un poco más de digestión, pero si alguien se siente interpelado y tiene ganas de entrar, se trata de un disco asequible y bastante interesante, con unos unos desarrollos muy sólidos y una factura que, por momentos, supera a la banda matriz. Mudhoney, por cierto, aparece en la lista porque ayer salieron a la venta las entradas para el concierto en 16 toneladas del 5 de septiembre y yo ya tengo las mías.
A la hora de publicar esta entrada es Bandcamp Friday y este es, siempre, un buen momento para comprar algún disco o algo de merchandising de nuestras bandas favoritas. El streaming está bien, pero la música se apoya pagando un precio justo. Como de costumbre, mis discos pueden ser consultados en Bandcamp y la lista completa de lo que he estado escuchando esta semana puede ser consultada aquí. Sin más preámbulos, vamos a comentarlos.
TANGK (2024) - Idles
Idles es uno de esos grupos que gozan de una buena posición en el mundo de la crítica y que siempre llaman la atención. En su haber, desde luego, tienen algún disco que explica dicho tratamiento, como por ejemplo el estupendo Joy as an Act of Resistance, que es un gran disco, todo sea dicho. Personalmente, no les había prestado nada de atención, convencido de que serían un grupo algo ramplón y con un sonido poco interesante. Ideas que se hace uno, leyendo reseñas y buscando información. Puede, incluso, que mis impresiones se basaran en alguna cosa que hubiese escuchado cuando publicaron el Brutalism o el Ultra Mono. En cualquier caso, cuando publicaron TANGK, hace un par de semanas, decidí ajustar cuentas con ellos.
Si bien es cierto que, en cuanto a sonido se refiere, no andaba muy desencaminado, mi juicio inicial quizá fue un poco duro. Como banda parece crecer al calor del estallido de la escena de Windmill (BCNR, shame, Black Midi o Squid), con la que están ligeramente emparentados. No solo son ingleses, también reivindican algunos de los elementos presentes en estas bandas. Aunque ellos eligen un camino algo diferente y ahondan en una especie de versión propia del punk de barra, ese que se ve en los discos de Ian Dury y compañía. Sin embargo, son infinitamente más simples en todo. Allí donde Windmill sobresale, esa capacidad única de vehicular una ansiedad tan Z como universal y convertirla en una expresión musical única e hipnótica, Idles solo escupen versos sobre guitarras machaconas y poco más. En este sentido, a mi me recuerdan un poco a unos Sleaford Mods pero con más guitarras. Esto es lo que veo en Brutalism, lo que encuentro en Act of Joy y, en general, lo que siento con la mayoría de la carrera de Idles. Un estupendo punto de entrada, una banda destinada a llevar la atención del mainstream hacia lugares un poco más sucios y ya está. No pretendo señalar que haya nada mal en esto, son estupendos como son. Sin embargo, para TANGK decidieron dar un salto al vacío.
No conozco bien los pormenores que les llevan a la realización de este disco, ni la situación personal que explica muchas de las decisiones que se toman aquí. Sin embargo, no todo es un desastre. En primer lugar, por mi propia concepción de la música, siempre aplaudiré a quien esté dispuesto a dar pasos en falso y TANGK es, a todas luces, un tremendo paso en falso. Hay algo heroico, para mí, en esas bandas que pudiendo hacer lo de siempre y gozar de las mieles de su propia posición, eligen negarse a sí mismos y moverse hacia nuevos horizontes. También me parece bien que no lo hagan, pero admiro a la gente que lo hace. Desgraciadamente, estos discos de transición suelen estar trufados de ideas a medio pulir de serias limitaciones técnicas, de excesiva ambición o demasiados caminos abiertos. A veces, quedan bien o se intuyen matices interesantes, como comentamos en No Code, y otras, como es el caso, solo sirve para exponer unas costuras ya demasiado tensionadas e incapaces de mantener todo el conjunto unido. A mi juicio, Idles se cree que es mejor banda de lo que realmente es y pretenden crear un disco que les viene grande, es aburrido y carece de una dirección clara. No todo está mal, por momentos se aprecian momentos de claridad conceptual, como es el caso de Dancer, Grace o POP POP POP, pero en general el conjunto se siente algo deslavazado.
Quisiera pensar que Idles se encuentra en transición, pero no parece ser el caso. Parece que desde que publicaron Joy, van cuesta abajo, dejándose algo de ellos mismo en cada disco. Quizá, tras este batacazo sea capaces de dar su mejor versión o quizá sea el momento justo en el que asumir que Joy es su cima y, como tal, es estupendisima, pero representa un punto final. Yo tengo clara mi postura.
Blu Wav (2024) - Grandaddy
Con motivo de la publicación de Blu Wav me he vuelto a ver, frente a frente, con la obra de Jason Lytle. La primera vez, fue hace casi 20 años, en el año 2003, cuando publicaron ese Sumday que antecede un largo hiato de 10 años. En el camino, todo ha cambiado. Para ellos, han vuelto a hacer discos, han vuelto a tener un hiato y han perdido a su bajista, Kevin García, víctima de un infarto. Para mi, fundamentalmente, soy 20 años más viejo. Puede parecer una tontería, pero no lo es. Las primeras veces que lo escuché, Grandaddy estaba muy fuera de mi área de interés, o al menos eso creía. Hubo un tiempo en mi vida, en que el indie rock de corte más clásico, lo-fi y claramente influenciado por una pizca de Pixies y otra de una psicodelia pop más esteta que la de Pixies, estaba completamente fuera de todo lo que me importaba. Sin embargo, visto perspectiva, como tantas otras veces, estaba profundamente equivocado.
Hace un par de semanas,
inauguró una nueva sección que lleva como nombre Primero Conquistaremos Manhattan. Esta clara referencia al Omega de Morente y su versión del First We Take Manhattan de Leonard Cohen, esconde una premisa de lo más interesante: analizar la primera canción de un disco y las diferentes implicaciones que esta tiene como artefacto destinado a ocupar esa posición, para siempre. El caso es que, de todos los discos que existen, eligieron empezar por Sophtware Slump, probablemente la gran obra de Grandaddy. Volver sobre estos sonidos, para mi, fue todo un revulsivo. Una prueba de que, en realidad, existen vasos comunicantes entre mis diferentes versiones y que los caminos que he andado no han sido tan largos, aunque a veces se me haga pesado recordarlo. Este disco de Grandaddy suena a psicodelia y space pop, en la misma línea que lo hacen dos de mis grupos preferidos: The Flaming Lips y Spiritualized. Me encantó la experiencia e inmediatamente, pasó a formar parte de mi biblioteca, es un disco al que espero volver muchas más veces.Sin embargo, creo que me jugó un poco en contra a la hora de abordar Blu Wav ya que me esperaba algo que no es. En términos generales, queda algo de esa psicodelia pop tan característica, hecho que le otorga una atmósfera algo etérea a todo el conjunto y permite que el disco fluya sin sobresaltos. De esta forma, las canciones pausadas se deslizan tranquilamente por la mente sin erosionarla, dejando una sensación agradable y cálida. Evolucionan suavemente y van adquiriendo colores y sabores diferentes, especialmente explorando texturas indie rock y una visión tan particular como sugerente de la americana, que aquí se pone al servicio de una melancolía que a veces apabulla, que si le dejas, te rompe por dentro. El juego de influencias, es curioso porque a veces remite vagamente a algunos momentos de la discografía de MGMT, sobre los que hablaré a continuación
Con todo, es un disco interesante y un buen ejemplo del saber hacer de Jason Lytle que, en este caso, nos ha vuelto a ofrecer un disco sólido y claro en sus intenciones. Aunque en lo personal queda un poco a medio gas y no lo he disfrutado tanto como me hubiese gustado. Al menos, en esta ocasión, sé que el problema está en mí y en mi necesidad de escuchar música un poco más potente. Si andas buscando música para ver el fin del mundo, arropado y en la intimidad, este es tu disco.
Loss of Life (2024) - MGMT
Quien me iba a decir que estaría reseñando un disco de MGMT en el año 2024. Para quien no lo sepa, MGMT es, muy probablemente, uno de los grandes pilares de los sonidos de la era milenial, junto con Arcade Fire y, quizá, The Strokes. No creo que exista ninguna fiesta erasmus en la que no haya sonado al menos 3 veces Kids, Time To Pretend, una de ellas, o ambas. Hubo un tiempo, entre 2007 y 2010, antes de la llegada del algoritmo, en el que eran todo lo cool y cualquier aficionado a la música que se precie llevaba aquel Oracular Spectacular en su iPod. Sin embargo, con todo cambió con la publicación de aquel Congratulations en el 2010. De repente, perdieron el favor de la crítica, Pitchfork les dió un 6.8, y la gente poco a poco se alejó. Aunque hoy pienso que Congratulations es uno de sus mejores discos, junto con este que nos ocupa, en su momento yo no fui diferente y aquella crítica hizo que dejara de seguirles la pista, hasta esta semana y gracias a Bubblegum Dog. De nuevo, al igual que ocurría con Grandaddy, el hacerse mayor, el identificarme con el mensaje del disco y, sobre todo, el haber ampliado drásticamente mis horizontes sonoros hacen que este disco me llegue al corazón de una forma muy especial y eso que, en un primer momento, me resistí fuerte. Es de los pocos discos que han tenido 2, 3 y 4 estrellas en mi RYM.
A nivel de sonido, el disco abraza la idea que MGMT tiene de la psicodelia pop y para ello, recurre a desarrollos un poco más sucios que de costumbre y una clara presencia de las guitarras, llegando a soslayar lugares que jamás me esperaría en un disco suyo. Esto queda patente desde el segundo tema y, en general, se mantiene así durante todo el disco. Quizá, la excepción más clara a este principio es Dancing in Babylon, con Christine and Queens, en el que movilizan una base electrónica muy marcada. Para esta ocasión, igual que en otras entregas, cuentan con Dave Fridman en la producción, conocido, entre otras cosas, por ser el productor de The Flaming Lips. Algo que queda patente en temas como People in The Streets o la antes mencionada Bubblegum Dog, que remiten inevitablemente a la banda de Wayne Coyne. Sin embargo, no es algo que le reste, más bien al contrario, son capaces de hacer suyo ese sonido y llevarlo a un terreno mucho más oscuro creando unas melodías desasosegantes y algo ansiosas. Porque no hay que dejarse engañar, aunque pueda parecer lo contrario no es un disco nada alegre. Es un disco lleno de angustia por el paso del tiempo, el fin de los tiempos. Por ese abismo que es darte cuenta de que te acercas a la cuarentena y, en realidad, no es que todo esté roto, es que nada cambia.
Jamás me imaginé que MGMT me regalarían uno de los mejores discos del año, ni de este, ni de ninguno. Si bien Congratulations me gusta mucho, el resto de discos me parecen bastante prescindibles, especialmente Little Dark Age y, sin embargo, aquí estamos. Este Loss of Life representa no solo una nueva cima para una banda que ha sabido reinventarse una y mil veces, también un artefacto capaz de vehicular y expresar, mucho mejor que yo mismo, la angustia de un momento vital que compartimos todas las personas milenial. Si en 2009, eran, éramos, todo lo cool, en 2024, amigos, ya no nos queda nada. Ese asomarse al abismo, ese ser conscientes de que nuestro momento ya fue, ese fin de nuestro mundo, se sobrelleva mejor al abrigo de Loss of Life. No es el final, pero si se acaban algunas cosas y, bueno, habrá que seguir adelante.
Where we've been, Where we go from here (2024) - Friko
Hoy me quiero despedir con un disco que me ha resultado arrebatador en su propuesta pero que me cuestiona en tantos sentidos que ni siquiera soy capaz de posicionarse de una forma clara. Friko son una joven banda de Chicago, apenas pasan de los 20 años, y este es su primer disco. Tras unos cuantos EPs autoproducidos, que pueden ser escuchados en su página de Bandcamp, actualmente forman parte del roster de ATO records, que llevan a gente de la talla de My Morning Jacket, Drive-By Trucker, Amyl and the Sniffers o algunos de los discos de King Gizzard and The Lizard Wizard. Por tanto, ya nos da una dimensión de las expectativas. Se trata de uno de los mejores, y más interesantes, representantes del sonido que está llamado a dominar en los próximos años y, en términos generales, remite a propuestas que ya avanza gente como Wednesday, Big Thief o, en muchísima menor medida, boygenius.
Las coordenadas son sencillas de comprender: un poco de americana en clave indie folk, que le aporta una gran emocionalidad y una fuerte vocación por medios austeros, una marcada inclinación a la teatralidad, que heredan de discos como Funeral y, sobre todo, una fortísima angustia existencial que les conecta tanto con grandes referentes del hardcore norteamericano, como con algunas expresiones del emo de los primeros dosmiles. Todo, como no puede ser de otra manera, bien regado de chorros de electricidad propios de tradiciones noventeras. La mezcla, obviamente, suena igual de bien que lo que he descrito y el disco, en términos generales, es solvente e interesante. No en vano, está recibiendo bastante atención por parte de crítica y público. A mi, personalmente, me ha encantado. Temas como los tres primeros, en especial Crashing Through, o Get Numb to It!, son claras muestras de un desempeño superior a la media y que nada tienen que envidiar a otros de grupos más consagrados.
Sin embargo, este primer disco, presenta algunos problemas que, a mi juicio, lastran el conjunto. De todo lo que se podría citar, quizá el más flagrante es una cuestionable secuenciación de los temas que termina generando una sensación un poco rara en el oyente. Los tres primeros temas del disco, presentan una unidad de concepto clara y culminan en ese chorro de potencia que es Crashing Through, para bajar la intensidad, y el interés, hasta llegar a Get Numb to it!, siendo el tramo que une la tercera y la penúltima canción, una suite de temas, mejores o peores, pero que no tienen demasiado que contar entre sí, dando lugar a una experiencia fragmentada. Muy probablemente esto tenga que ver, en primer lugar, con su inexperiencia y, en segundo, con la propia concepción del disco que se nutre tanto de temas publicados en los EPs como de temas nuevos.
Aunque lo que más me interesa de este disco es todo lo que moviliza y cómo lo procesa. Los referentes están claros, son muchos de los que hemos ido comentando, y, aun así, a primera escucha resulta desafiante. Hay algo curioso cuando, de repente, aquellos artistas con los que has crecido y con los que experimentas una fuerte conexión emocional, por ejemplo Arcade Fire, dejan de ser interesantes como grupo y se transforman en influencias. Mi reflexión ahonda en lo mismo que nos pretende contar MGMT. Friko me violenta porque, con su chorro de electricidad, me está llamando viejo, me está diciendo que el mundo que viene ya no es el mio y lo hace en mi propio idioma y eso, cuesta de asimilar. En realidad, era cuestión de tiempo, pero verlo de frente es mucho más duro de lo que puede parecer. Pasar de ser protagonista a ocupar un plano secundario, duele. Por eso, puede parecer, cuando nos sentamos frente a este disco, que no hay nada nuevo en él, que es algo mil veces oído y que no inventan nada, pero si que lo están haciendo. Están rompiendo, precisamente, contigo y te están dejando claro que estos sonidos han dejado de ser tuyos. Yo, personalmente, prefiero ver hasta donde llegan y no aferrarme a mis referentes, cualquier otra cosa me parecería un error. Espero con ansia su siguiente álbum, porque creo que están llamados a ser grandes.